Como en Rusia 2018, otra vez nos ganó Francia y con final futbolera. Porque el debut de Los Pumas en el Mundial de Japón se definió con patada a los arcos. Y el cierre, como en la Copa América de Brasil, fue con tumulto de jugadores y acusaciones al árbitro. En una no hubo VAR. En otra faltó el TMO. Y si en Rusia Francia fue derrota y eliminación, lo de ayer en Tokio no es despedida, pero sí probablemente el aviso de que el Mundial de Los Pumas puede terminarse en primera rueda. No sería lo mejor para un rugby argentino que inició el Mundial con un debate cada vez más fuerte: cómo crecer.
Hay que decir primero que el debut contra Francia (derrota 21-23) pudo haber sido para uno o para otro porque el partido, algo caótico y de final dramático, fue de un tiempo para cada uno. Y decir luego que la gran polémica pospartido (las duras declaraciones del técnico Mario Ledesma contra el arbitraje) tienen fundamento porque Francia zafó de tarjetas amarillas y cometió dos infracciones evidentes en los minutos finales. Pero son declaraciones inusuales para el rugby, que tiene como pilar la vieja frase de que “el árbitro siempre tiene la razón”. “Nos referearon como a un país chico del rugby. Como sabemos que es así, hay que hacer mejor las cosas”, dijo caliente Ledesma apenas terminado el partido. Parecía Lionel Messi contra la Conmebol en plena Copa América. El Agustín Pichot jugador tal vez hubiese apoyado a su amigo Ledesma. El Pichot vicepresidente de World Rugby debería apercibirlo.
Tres advertencias a Francia dentro de sus cinco yardas que, sorpresivamente, no tuvieron amarilla para ninguno de sus jugadores en el único buen momento sostenido de Argentina en del primer tiempo. Offside grosero de Louis Picamoles en el final caliente y decisivo. Y el claro penal no sancionado al final, con el tackleador que no salió del ruck, tirado de lado argentino y obstaculizando al medio scrum Tomás Cubelli. Esa acción no solo nos dejó sin el penal que, en los pies de Benjamín Urdapilleta, podría haber dado el triunfo. Sino también significó perder la pelota en la última jugada que quedaba. Y ni siquiera un TMO que revise, como sí se hizo, por ejemplo, tras una carga de Emiliano Bofelli que había sido claramente limpia. Bofelli, es cierto, falló al final un penal que podría haber dado la victoria. Pero también Francia había fallado uno mucho más fácil apenas minutos antes.
Podría decirse entonces, y con fundamento, que Los Pumas podrían haber ganado si no hubiese sido por claros errores de un buen árbitro como es el australiano Angus Gardner, acaso también él nervioso ante la presión de un Mundial. Pero sabemos todos que no fue esa la razón central de la derrota. Porque Argentina, que había iniciado bien, regaló muchos espacios con una defensa que no subió pareja y dejó huecos para los más hábiles de Francia. Y porque, cuando pateó, no subió a presionar de inmediato y darle la pelota a una Francia talentosa -pero irregular- terminó siendo un arma de doble filo. Ahora queda ganar con bonus a Tonga y Estados Unidos y el todo o nada contra una Inglaterra, superior, pero posible si Argentina repite lo que hizo en el segundo tiempo contra Francia.
Los Jaguares finalistas del Super Rugby acaso nos crearon una ilusión. De que ese juego de ataque abierto, lleno de puntos, podía trasladarse al Mundial. Las franquicias del Super Rugby (Jaguares incluidos) juegan así no solo por amor al buen juego, sino especialmente porque el negocio obliga al espectáculo. Los jugadores son los mismos, pero la camiseta Puma pesa distinto que la de Jaguares. Y los puntos también pesan distinto. Tal vez así pueda explicarse ese primer tiempo tan tímido del equipo, especialmente 15 minutos que terminaron siendo fatales. Y tal vez así pueda explicarse también que Los Pumas, de notable mejoría en formaciones fijas y móviles, adolecieron sin embargo el sábado de falta de talento. Faltaron jugadores “distintos” que pudieran marcar la “diferencia” en un juego tan cerrado.
¿Podrían haber sido esos “distintos” Juan Imhoff, Santiago Cordero y Facundo Isa, tres “top class” en Europa, como se quejó Patricio Albacete, ex Puma de tres Mundiales, en una columna que publicó en La Nación horas antes del debut. Otros recordaron que Gonzalo Quesada habría servido no solo porque es el técnico de Jaguares, sino ante todo porque debe ser el argentino que mejor conoce al rugby francés, tanto que colaboró para su selección e influyó mucho para la eficacia de una patada que ayer terminó siendo decisiva. “La camiseta argentina es de todos. Se la prestamos a los jugadores por 80 minutos para que hagan de ella lo que nosotros esperamos de ellos”. Me lo dijo Hugo Porta horas antes del partido. Hoy presidente de Banco Nación, Porta, se sabe, es crítico de una Unión Argentina de Rugby a la que cuestiona privilegiar la formación de franquicias profesionales en detrimento, dice él, de clubes que son la base del juego. Porta acepta que su visión es “controvertida”. Pero sabe como pocos de este juego. Y nos dice que “los jugadores son hoy tan fuertes que a veces les molesta el balón. Y el rugby -concluye Porta- es un juego de pelota, no una lucha de titanes”.